EL LEVANTAMIENTO DE VARSOVIA

Autor del Artículo: David Oralric

“Después de estar cinco años de ocupación, las gentes de Varsovia se adueñan de las calles como un ejército provisional, confiando en que al fin llegarán a ser dueños de su propio destino.”

Varsovia se alzó en las últimas horas de la tarde del 1 de agosto de 1944. El movimiento clandestino polaco se había levantado contra sus ocupantes alemanes en un intento de liberar a la ciudad antes de que llegara el Ejército Rojo. Desde las calles de Varsovia podía oírse el lejano tronar de la artillería soviética, y los polacos pensaron que sólo sería cuestión de días conseguir que los alemanes se vieran forzados a retirarse de la capital polaca. En este aspecto se iban a equivocar trágicamente. El levantamiento de Varsovia era tanto una operación militar como política, concebido con la idea de mostrar al mundo que los polacos intentaban convertirse, una vez más, en un estado independiente una vez que hubiera concluido la guerra. Polonia había estado  rodeada por vecinos tan poderosos como Alemania y Rusia,  y hasta 1918 también por Austria-Hungría, países todos en que el pasado habían ido recortando su territorio. Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial se iba a establecer un estado polaco moderno, pero las fronteras fijadas no fueron aceptadas por Alemania, y al mismo tiempo, en el este, Polonia se vio involucrada en una encarnizada guerra contra la Unión Soviética (1919-1921). Aunque los polacos lograron una sorprendente victoria, las relaciones entre Polonia y la URSS seguían siendo malas. La mayoría de los polacos se mostraban recelosos y aborrecían tanto a los alemanes como a los rusos, casi en igual medida.

Cuando el 1 de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia, los nazis habían tomado la firme resolución de destruir, una vez más y para siempre, el Estado polaco. En este aspecto contaban con el apoyo de la Unión Soviética y, como parte del infamante tratado nazi-soviético firmado entre ambas potencias en agosto de 1939, ya habían decidido cómo iban a repartirse este país. Por eso, mientras los polacos luchaban desesperadamente su batalla de supervivencia contra los alemanes, unidades del Ejército Rojo invadieron Polonia y se adueñaron de las regiones orientales. El odio de Hitler hacia los polacos de raza eslava se vio acompañado por la desconfianza rusa hacia Polonia. Y por eso, fueran quienes fueran los ocupantes, los polacos sufrieron dolorosamente. Bastantes dirigentes polacos habían salido del país subrepticiamente y habían organizado un gobierno en el exilio, primero en París y más tarde en Londres. Este gobierno fue reconocido como autoridad legítima, tanto por la mayoría del pueblo polaco como por los aliados occidentales. La situación política dio un vuelco cuando, en 1941, Hitler invadió la Unión Soviética. De la noche a la mañana, las potencias occidentales se encontraron aliadas con la Rusia comunista. Este hecho colocó a los polacos, tradicionalmente católicos, y enemistados históricamente con su vecino ruso, en una situación particularmente difícil. La conveniencia  momentánea les forzaba a cooperar, aunque fuera de mala gana, con las autoridades soviéticas, pero las relaciones formales entre los dos gobiernos quedaron rotas desde 1940, cuando se descubrieron las fosas comunes del bosque de Katyn, en las que más de 4.000 oficiales polacos habían sido asesinados siguiendo órdenes de  Stalin. Cuando la marea de la guerra se volvió contra Alemania, el gobierno polaco en el exilio, que entonces ya estaba en Londres, se encontró fuera de juego, como un participante en la contienda cada vez más marginal. El futuro de Polonia no sería decidido por los dirigentes de las “Tres Grandes” potencias  EEUU, Rusia e Inglaterra, sino por Stalin, que ya había tomado la decisión de que Polonia sólo podía renacer de la guerra si se ajustaba a sus personales condiciones. Cuando a mediados de 1944 el Ejército Rojo cruzó las fronteras de y entró en el país, era muy poco lo que los aliados  occidentales pudieron hacer para detenerle. Aparte de la influencia general que ejercía sobre el pueblo, el único poder que les quedaba al gobierno en el exilio era el control de unas fuerzas clandestinas bien organizadas: El Ejército Nacional.

EJÉRCITO SECRETO

A pesar de todos los años que duró la ocupación alemana, el Armia Krajowa, o Ejército Nacional, se había desarrollado notablemente, llegando a ser una organización formidable. Cuando llegó 1944, el número de sus componentes  rondaba los 200.000 entre hombres y mujeres, que llevaban a cabo una campaña de acoso contra las fuerzas alemanas de ocupación, que mantenían abiertas las rutas para la evasión de prisioneros (incluyendo prisioneros guerra aliados fugados) y que habían logrado establecer un servicio de inteligencia que funcionaba con bastante éxito. La red de espionaje del AK facilitó a los aliados informaciones adelantadas, de incalculable valor, sobre el desarrollo del programa alemán de armas V. La mayor debilidad del Ejército Nacional radicaba en su escasez de armas y municiones. Podían llegarle cantidades muy reducidas desde el oeste (con las naturales limitaciones del radio de acción de los aviones); pero aun contando con el armamento capturado a los alemanes y los stocks del producido allí mismo, se consideró que el Ejército Nacional nunca llegó a contar con más de 32.000 armas. Varsovia ya había sido escenario de furiosos combates. Durante los primeros años de la guerra, gran cantidad de judíos polacos de las zonas fronterizas habían sido reunidos en un gueto de la ciudad estrechamente acordonado. Allí vivían en las más terribles condiciones. A partir de julio de 1942, los alemanes iniciaron sus deportaciones sistemáticas de los judíos de Varsovia al campo de exterminio de Treblinka. Como las deportaciones continuaban, los antes fatalistas judíos pusieron en marcha la Organización de Resistencia Judía (ZOB). Sin embargo, al no contar con el apoyo de otras organizaciones de resistencia, era muy poco lo que podían hacer; a pesar de los cual, los judíos que en abril de 1943 quedaban en el gueto se alzaron en armas contra sus opresores. Fue una lucha desigual. Los alemanes respondieron con la máxima fuerza; a pesar de ello, un pequeño número de combatientes judíos de la resistencia lograron mantenerse durante unos meses antes de ser aplastados por la violenta embestida de la artillería y los tanques.

NUEVA ESPERANZA

En el verano de 1944, las condiciones habían sufrido un cambio radical, mientras que los que se habían visto involucrados en el levantamiento de abril de 1943 se convencían de que estaban librando una batalla, por el honor de los judíos, que no tenía ninguna esperanza de alcanzar el éxito, los dramáticos avances soviéticos en Bielorrusia  habían permitido que llegaran las fuerzas rusas a un territorio que, antes de 1939, se había mantenido como polaco. Al final de julio, las vanguardias del 1er. Frente de Bielorrusia estaban avanzando en dirección a la propia Varsovia. el general Tadeusz Bor-Komorowski, un ferviente católico, comandante en jefe del Ejército Nacional de Polonia, decidió que había llegado el momento para el levantamiento de Varsovia a gran escala. No sólo confiaba en que podría expulsar a los alemanes, sino que el Ejército Nacional-Católico de Polonia, integrado en su mayoría por miembros de las juventudes y asociaciones católicas, y naturalmente por ex-soldados del Ejército polaco, podría hacer frente a los soviéticos que estaban llegando a marchas forzadas. En palabras del historiador polaco coronel Iranek Osmecki “El Ejército Nacional sería capaz de recuperar los territorios polacos del este y expulsar de ellos a los ateos bolcheviques del Ejército Rojo”. Naturalmente las palabras del coronel Osmecki, hermano de Lucjan Osmecki, Cardenal del Sacro Colegio cardenalicio de Roma; fueron del todo poco acertadas, si los alemanes, con todo su potencial militar y habiendo capturado cerca de siete millones de prisioneros rusos les fue del todo imposible destruir la maquinaria humana de guerra soviética, a los polacos con 200.000 soldados, y menos de 50.000 armas a su disposición, les sería del todo imposible detener a los soviéticos. El gobierno en el exilio dio su aprobación al plan de Bor-Komorowski. Las fuerzas de las que podía disponer el Ejército Nacional eran de unos 40.000 hombres, además de los 12.000 que se reunieron de entre los vecinos de Varsovia. Como siempre, el argumento con el que contaban  seguía siendo su principal debilidad: se podía considerar que tan sólo el 25 por cien de cien de los insurgentes estaba convenientemente armado y, además, sólo contaban con municiones suficientes para una semana de combate. Aunque los alemanes eran numéricamente inferiores (el 1 de agosto había tan sólo 13.000 hombres en la ciudad, que aumentaron a cerca de 40.000 en los siguientes días), naturalmente para los alemanes era un desperdicio de tropas, ya que estos 40.000 soldados, con armas, tanques y aviones hubieran hecho mucha mayor falta en primera línea, combatiendo contra las tropas rusas en vez de estar luchando contra soldados polacos, pero Polonia, había desaparecido como nación, y ahora tan sólo era el Generalgovernament de Hans Frank. Un estado, el cual serviría como base de la repoblación y reasentamiento de la raza aria en los países del este. Al coronel Monter (Antoni Chrusciel) capellán castrense de la guarnición militar de Varsovia, se le encomendó el mando del Distrito militar de Varsovia, se le ordenó que llevara a cabo el previsto plan de ataque de los polacos, y por eso fue el que dirigió  al Ejército Nacional durante los combates que se desarrollaron en las semanas siguientes. La hora elegida fue la de las cinco de la tarde del 1 de agosto, puesto que en ese momento pocos alemanes podían esperar que se lanzara un ataque. En realidad, algunas unidades se adelantaron en el ejemplo de las armas. Durante toda la tarde el fuego de armas cortas y de morteros sacudió toda la ciudad, conforme todos los distritos centros estratégicos alemanes iban siendo atacados por un ejército de hombres y mujeres que vestían la más amplia variedad de uniformes improvisados y que estaban apoyados por la población civil. La gente gritaba “¡Por fin! ¡Por fin!”, y las mujeres llenaban de besos a sus nuevos salvadores. El levantamiento no fue un hecho totalmente inesperado y, aunque los alemanes fueron cogidos por sorpresa, consiguieron mantener una serie de puntos fuertes a lo largo y ancho de la ciudad. Durante el 2 y el 3 de agosto, el Ejército Nacional insistió en sus ataques locales con todo el vigor de que era capaz. Sin embargo, los alemanes respondieron con la misma fortaleza y, como los polacos no disponían de armas pesadas ni de suficiente cantidad de explosivos, se les hizo extremadamente difícil desalojar a los alemanes de los pequeños fortines y de otros puntos defensivos que habían reforzado.

El Alto Mando alemán estaba presto a reaccionar con toda rapidez. El día 2 de agosto Hitler designó al Obergruppenführer  de las SS Erich von dem Bach-Zelewski, conocido especialista en la lucha contra los movimientos partisanos, para que coordinara las operaciones de los alemanes en Varsovia. Un gran contingente de las SS, en el que se incluían desertores de las fuerzas rusas y criminales liberados de las cárceles alemanas, fue enviado a la ciudad con el encargo de que causaran todo el daño que les fuera posible. Además, se cambiaron  los destinos de gran cantidad de tropas blindadas alemanas estacionadas en la zona, que fueran enviadas a enfrentarse con el levantamiento. La Luftwaffe disponía de una absoluta superioridad aérea sobre Varsovia, por lo que sus aviones bombardearon a placer la ya martirizada ciudad.

DIVIDE Y VENCERÁS

Pasados cinco días, la lucha entró en un período de estabilización. Aunque los polacos se habían hecho dueños de la mayor parte de los barrios céntricos de la ciudad, la guarnición alemana había logrado mantenerse en zonas clave, dividiendo el territorio que ocupaba el Ejército Nacional  en tres sectores separados y aislándolos cada vez más. Esto colocó al Ejército Nacional en una posición táctica de clara desventaja, permitiendo que los alemanes pudieran concentrar sus esfuerzos contra cada sector por separado. Desde su Cuartel General, instalado en la zona céntrica de la ciudad, Monter no tuvo más remedio que aceptar la realidad de la situación y, como consecuencia, dividir su mando. El coronel Kamisnky se hizo cargo de los distritos Mokotow y Czerniakov; el centro de la ciudad y el distrito Powisle  eran responsabilidad del coronel Pfeiffer; mientras que la Ciudad Antigua y el distrito de Zoliborz se encomendaron al coronel Ziemski. Mientras tanto, los alemanes habían comenzado ya su trabajo inicial de dividir la ciudad en sectores separados. El día 8 de agosto alcanzaron un señalado éxito con el lanzamiento de un ataque, desde el distrito de Wola, en el oeste, consiguiendo enlazar con las tropas que habían logrado mantenerse en el Puente de Kierbedzia. Esto dejo aislado el centro de la ciudad  del casco de la Ciudad Antigua, y fue precisamente contra este último distrito contra el que los alemanes lanzaron su siguiente ataque importante. A medida que se habrían paso combatiendo a través de las calles de Varsovia, los alemanes se comportaron de una manera especialmente brutal (aunque hay que destacar que los soldados del ejército regular de la Werhmacht, jamás participaron en tales actos de crueldad contra el pueblo de Varsovia, durante el alzamiento), dichos actos fueron llevados a cabo por las unidades de la Algemaine-SS (comandos de intervención) de las fuerzas SS (unidades integradas por asesinos, violadores, criminales y desertores rusos). Estos soldados, pertenecientes a la famosa Brigada Dirlewanger, por su comandante, el SS-Brigaderführer Dirlewanger; ejecutaron tanto a civiles como a prisioneros, disparando contra los hospitales, con los pacientes en su interior y pasando a bayoneta a las mujeres ancianas. Y en más de una ocasión, colocando a los civiles, en su mayoría niños, delante de las formaciones alemanas que atacaban las posiciones del Ejército Nacional. Como respuesta a todo esto, los civiles apoyaban a los insurgentes con todos los medios a su alcance. Los Boy Scouts y Girl Guides  encontraron, por fin, el momento de utilizar su entrenamiento y corrieron grandes riesgos transportando mensajes, por lo que se les permitió usar el brazalete rojo y blanco, distintivo del Ejército Nacional. Voluntariamente se entregaban los mejores alimentos para los soldados polacos y, por lo menos en los primeros momentos del levantamiento, la población civil hizo todo lo que pudo para prestar su colaboración al Ejército Nacional.

DEVASTADA LA CIUDAD ANTIGUA

El 12 de agosto un masivo bombardeo anunciaba el asalto de la Ciudad Antigua por parte de los alemanes. Aquí los combates adquirieron una nueva intensidad cuando la firmeza y el arrojo de los polacos lograron contener a las fuerzas alemanas, que eran ampliamente superiores en número. Sin embargo, conforme avanzaba el mes de agosto, los alemanes lograron desgastar a los polacos, sin prisa, pero sin pausa, utilizando para ello lanzallamas, cohetes, toneladas de cargas explosivas y “Goliaths” (vehículos oruga  con control remoto y equipados con explosivos) para suplir la acción de la artillería y de los aviones de bombardeo. Los alemanes consiguieron desbaratar todos los intentos que, tanto desde el interior como desde fuera de la ciudad, llevó a cabo el Ejército Nacional para socorrer a la Ciudad  Antigua, zona de valor histórico que quedó convertida en un montón de escombros. A pesar de que los núcleos polacos habían quedado aislados unos de otros, se mantenían enlazados entre sí utilizando el intrincado sistema de alcantarillas de la ciudad. Aunque los alemanes lo llenaron con gas  y trataron de volar el sistema por separado, no estaban preparados para hacer bajar a sus propios soldados al sombrío laberinto de los conductos subterráneos. Como mensajeros para aquella oscura red de pasadizos mujeres y niños, y estos enlaces permitieron que el coronel Monter mantuviera algún tipo de control sobre sus diseminados comandantes. La situación en la Ciudad Antigua se iba haciendo cada vez más desesperada y, el 30 de agosto, Monter ordenó a las asediadas tropas que evacuaran sus posiciones. Además de las 300 personas ligeramente heridas, unos 1.500 combatientes polacos consiguieron llegar al centro de la ciudad utilizando las alcantarillas, mientras que otros 800 hicieron un recorrido similar retirándose a Zoliborz, en el norte. Las alcantarillas habían conseguido salvar a unos 2.300 soldados del Ejército Nacianal, para poderse retirar a otras posiciones mejor defendidas y continuar allí su lucha contra las fuerzas alemanas. Cuando al día siguiente los alemanes invadieron la Ciudad Antigua, sólo hallaron unas abandonadas y humeantes ruinas, y comprobaron que los pájaros habían volado. Durante todo el mes de agosto, los polacos habían estado esperando que llegara el Ejército Rojo. A primeros de mes, las unidades avanzadas  soviéticas se estaban aproximando a los suburbios de Varsovia, en la orilla oriental del Vístula, justo al otro lado del río desde el centro de la ciudad de Varsovia, pero luego habían hecho un alto. No fue hasta el 10 de septiembre cuando las fuerzas soviéticas montaron un ataque concentrado contra las posiciones alemanas que había en la ciudad, pero este ataque fue rechazado. Para entonces el Ejército Nacional sabía que estaba absolutamente sólo y que no tan sólo iba a recibir la ayuda de los rusos sino que Stalin quiso que los alemanes exterminaran al Ejército Nacional Católico, limpiando de esta manera Varsovia de nacionalistas polacos que podrían haberse opuesto a la toma del poder por los comunistas una vez que se hubiera acabado la guerra y las tropas comunistas hubieran ocupado  Polonia. La Operación Bragation  llevada a cabo por los rusos, que había llevado a ocupar rápidamente una enorme zona de territorio, había entrado en una fase de titubeos, debido a presiones logísticas. Posiblemente todo tuvo su origen en un problema práctico, que fue cínicamente explotado para sacar beneficios políticos.

Además la población civil había agotado había agotado prácticamente, toda su capacidad de resistencia y ya no estaba en condiciones  de ayudar por más tiempo a los insurgentes. El 14 de septiembre, los alemanes desencadenaros ataques de importancia contra Zoliborz y Czerniakow. La guarnición de Zoliborz consiguió mantenerse en sus posiciones, pero el 23 de septiembre las fuerzas que había en Czerniakow se vieron forzadas a retirarse a Mokotow. Los polacos estaban en una situación crítica. El Ejército Rojo y el 1er. Ejército polaco, mandado por oficiales rusos, llevaron a cabo acciones posteriores para cruzar el Vístula, pero todos sus intentos fueron rechazados por los soldados alemanes. Con las municiones prácticamente agotadas, los hombres que todavía le quedaban al Ejército Nacional combatieron lo mejor que pudieron. Militares y civiles compartieron la miseria y el hambre. El 26 de septiembre se produjo la invasión de Mokotow; 600 soldados del Ejército Nacional lograron escapar utilizando, una vez más, el camino de las alcantarillas, pero más de 2.000 se vieron obligados a rendirse. Para entonces los alemanes habían aceptado el status  de combatiente para los miembros del Ejército Nacional y habían insistido en repetidas ocasiones en sus ofrecimientos para que se rindieran. El 30 de septiembre se ordenó a los elementos que quedaban en la guarnición de Zoliborz que depusieran las armas. Ahora ya sólo quedaban los polacos del centro de la ciudad en unas posiciones que mantenían con pocas esperanzas. El 2 de octubre, tras una lucha que había durado 63 días, Bor-Komorowski se rindió a Bach-Zelewski, y el clandestino Ejército Nacional comenzó a salir de la luz. En aquella lucha sin cuartel, el Ejército Nacional con sus cerca de 50.000 efectivos, tuvo que lamentar la muerte de más de 11.000 soldados y unos 9.000 desaparecidos, y cerca de 30.000 se rindieron o fueron heridos. La población civil, se calcula que perecieron un total de 250.000 del más de un millón que habitaba la ciudad. De los cerca de 40.000 soldados alemanes que tomaron parte en los combates por Varsovia perecieron unos 14.000 y 7.000 fueron dados por desaparecidos, las fuerzas alemanas perdieron a la mitad de sus fuerzas iniciales  en los combates, con gran cantidad de vehículos blindados, semiorugas y carros de combate destruidos. Con ello se pone fin a uno de los acontecimientos de resistencia militar y civil llevada a cavo por los polacos durante la Segunda Guerra Mundial.

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