¿RECREACIONES PÚBLICAS O EVENTOS PRIVADOS?

Autor del Artículo: David Nievas Muñoz
Una de las preguntas que más he escuchado en el mundo de la recreación histórica: ¿Es mejor un evento público o uno privado?
En realidad, bajo mi punto de vista, el propio planteamiento de la pregunta es un error. ¿Hay una recreación “buena” y otra “mala”?, ¿bajo qué baremos? En torno a esta pregunta me gustaría señalar una anécdota. Hace poco, un conocido fotógrafo que acude a recreaciones preguntó de forma pública en diversos grupos si existía un listado más o menos pormenorizado de recreaciones que se iban a desarrollar durante el año, y si dicho listado iba a acompañado por unas calificaciones o criterios que definían a una recreación como “mejor” o “peor” que otra. El asunto, sin embargo, no es baladí.
Estamos acostumbrados a expresarnos en éstos términos, y a buscar lo “mejor” y lo “peor”, desde cuando vamos de compras hasta cuando buscamos una película para alquilar. Sin embargo, la naturaleza de las recreaciones hace que sea muy difícil anticipar si un evento será “bueno” o si, contra todo pronóstico, la meteorología o numerosos factores que puedan escapar al control de la organización empañan el resultado final. Además, ¿Por qué bueno o malo? Todas las recreaciones tienen su público, su función e intencionalidad, independientemente de su enfoque y purismo. Es por esto que me gustaría hablar más bien de pros y contras que, a mi juicio, tienen ambos tipos de eventos.
Recreación pública
Normalmente cuando nos referimos a una “recreación”, hablamos de un evento de cara al público, tanto conmemoraciones de episodios históricos puntuales (como batallas) como puestas en valor de un determinado pueblo, monumento, museo, plaza fuerte o mercado. Por su naturaleza, estas recreaciones públicas suelen ser organizadas con el apoyo y beneplácito de una institución o poder local, desde un ayuntamiento hasta una empresa privada. Es por esto que en muchos casos la recreación pública tiene una serie de elementos, características o actos del programa que vienen de forma impuesta o consensuada con dicho mecenas.
Uno de los puntos fuertes de la recreación pública es, para mí, su capacidad de atraer a grupos amigos a través de subvenciones o presupuestos donde se incluye el baremo de gastos de transporte y manutención de estos grupos amigos. Pero hay más. La recreación pública, a diferencia de la privada, tiene la virtud o capacidad de poner en íntimo contacto a la población local con los recreacionistas, por lo que cumple una importante función pedagógica. Una función pedagógica en la que los grupos deberían insistir, y que se debería (en muchos casos) incluir como parte activa del programa con diversas actividades, desde las más elevadas (charlas o visitas guiadas) hasta las más simples (el famoso “vestir el caballero” y otras demostraciones puntuales), así como la conversión de los diversos espacios del campamento (si lo hubiere) en una suerte de “museo vivo” con actividades programadas.
En cuanto a los aspectos negativos, siempre desde mi humilde punto de vista, los más importantes dimanan de la imposición o negociación de las actividades del programa con el poder o institución que auspicia. Habitualmente estas condiciones se plasman en forma de desfiles, animación o actividades de carácter público en plazas y parques tales como algaradas, marchas y formaciones, lizas entre caballeros o similar. Estas actividades, como ya he dicho en más de una ocasión, pueden terminar fatigando al recreador, sin que me termine de quedar clara su intención. ¿Debemos entretener a la ciudadanía compitiendo al mismo nivel que los animadores de mercados medievales y empresas de espectáculos? Fruto de la necesidad para conseguir esta financiación, muchos grupos compiten, de facto, con estas empresas. Es natural, pues, que los ayuntamientos y otras corporaciones no vean grandes diferencias entre un grupo de recreación y una empresa del tipo “Legend”.
Es aquí donde los recreadores deberíamos ofertar un campamento convertido en museo vivo, con actividades centradas en torno a él, e insistir en dicha oferta con vehemencia.
Evento privado
El evento privado constituye un gran laboratorio para todos los recreadores, puristas o “farb”, tanto de cara a preparar actividades para recreaciones públicas (como preparar maniobras y evoluciones de combate) como para desarrollar actividades que no tienen tanta demanda por parte de los poderes e instituciones que abalan la recreación pública, por el mero placer de recrearlas.
En cierto sentido, el evento privado es en muchos casos el refugio del recreador purista, o de aquel que pretende serlo. En este hecho hallamos al mismo tiempo una virtud y una debilidad. Virtud, sin duda alguna, al constituir muchos de estos eventos privados un referente en cuanto a originalidad de los actos desarrollados y purismo, tanto el desarrollo de las actividades como el de los grupos participantes en los más diversos criterios (desde enfoque hasta la vestimenta y el material que emplean). Debilidad, en tanto que en muchas ocasiones dichos recreadores se muestran cansados de tratar con el público y no desean implementar estas mejoras en otras recreaciones de carácter público (comprensible si no se forma parte del grupo organizador). Además, en ocasiones esta fobia al público lleva a mirarles con recelo, restringir su acceso al campamento o no promocionar las actividades de gran calado que puedan realizarse.
Es cierto que a veces el público, o un determinado tipo de público, puede ser molesto por múltiples, y algunas de ellas poderosas, razones. No obstante, aquí podríamos entrar en un nuevo debate, merecedor de un artículo en sí mismo. ¿Cuál es la finalidad última de la recreación, la vocación pedagógica de cara al público, el disfrute del recreador o las actividades de “arqueología experimental” y actos privados?
La recreación privada posee, no obstante, un gran atractivo en lo que se refiere al “recargado de pilas” de aquellos recreadores que, por su purismo o sus gustos, desean darse un “baño de historia” (por el mero placer de recrearla, sin presiones) antes de enfrentarse a las instituciones que auspician una recreación pública o el gentío que pueda congregarse en una ciudad o un pueblo durante unas fiestas señaladas.
Mi opinión es, en suma, que ambos tipos de recreación poseen virtudes y defectos, pero que está en nuestra mano ir subsanando los segundos y potenciando los primeros. Así lo deseo.
Fotografía de portada perteneciente a la fotógrafa Olga H Bo