SACAR TODO EL JUGO A UN CAMPAMENTO DE RECREACIÓN HISTÓRICA
Autor del Artículo: David Nievas Muñoz
La mayoría de recreaciones históricas transcurren en el marco de un campamento. Esta norma, que se aplica sobre todo al periodo medieval, responde posiblemente a la necesidad de poder situar todo el material equipo sin tener que depender de la disponibilidad de edificios históricos. También, y por qué no decirlo, está muy relacionado con la naturaleza militar de la recreación: el campamento como proyección de un ejército antes de un combate o batalla.
Las actividades que normalmente se desarrollan en el marco de una recreación histórica (batalla, liza o desfile) utilizan el campamento como base desde la que proyectarse, acercando a los recreadores a la gente del pueblo mediante pasacalles y otros actos. Sin embargo, el propio campamento de recreación histórica es un foco de atracción para los visitantes, que al pasar por él buscan sumergirse en la época histórica que se representa.
El campamento es usualmente el marco de una recreación
Las actividades que se realizan fuera del campamento suelen fatigar al recreador. Caminando por las pedregosas calles de una pequeña pedanía, marchando hacia el campo de batalla, desfilando para dar cumplimiento a lo pactado con el poder local, el recreador (tanto organizador como invitado) se cansa inevitablemente. Y más, si tenemos en cuenta, que muchos de ellos van cargados con pesadas armas y armaduras, teniendo que estar de pie durante horas para los diferentes actos de una recreación.
En vista de esta situación, y reflexionando según mi propia experiencia, he llegado a una conclusión (que espero que no sea precipitada): el campamento debe ser un fin en sí mismo. Debe tener el poder de atraer al visitante y mostrarle la historia, sin tener que fatigar al recreador con caminatas innecesarias y, en muchos casos, carentes de sentido.
Por eso, el campamento debe ser el marco para la realización de una multiplicidad de actos, desde cápsulas y living history hasta entrenamientos, combates, cocina histórica, trabajos artesanos o teatralizaciones pactadas en un horario. Convertir el campamento en un museo vivo, tanto para el disfrute de los propios recreadores como de los visitantes.
La visita guiada
Habitualmente, enfrentados al hecho de recibir a una masa de visitantes y curiosos, los recreadores reaccionan con cautela. Y a veces, incluso de forma hostil. Todos somos conscientes de que el material recreacionista escaro y difícil de obtener, por lo que los grupos tienen gran estima al mismo y recelan de gente que pueda “colarse” en sus tiendas y llevarse algo sin permiso. Comprensible, como digo, aunque hay que tener cuidado. En aquellas recreaciones de carácter público, o que se realizan con la aquiescencia de un ayuntamiento, concejalía o empresa, cerrar el campamento es una opción, aunque no debería serla única.
Existe una solución de compromiso: la visita guiada. Una visita guiada (o varias) con un aforo limitado y reglas muy claras para la seguridad de los visitantes y los recreacionistas. Una visita que puede complementar las explicaciones con iniciativas como muestras de artesanía, “vestir al caballero”, un entrenamiento, cápsulas del más diverso tipo, teatralizaciones con conversaciones de época, zona de enfermería, etc. Justamente lo que mucha gente espera al visitar un campamento, poder “contemplar la historia en vivo”, de un modo mucho más profundo e interactivo que una visita a un museo.
Actividades intra-campamento
Existen un montón de propuestas acerca de actividades que pueden realizarse en el marco del mismo campamento, comenzando por la delimitación de zonas o espacios. Normalmente, un campamento está formado por una serie de tiendas de exposición, junto a otras que sirven para almacenamiento de material y anacronismos a ocultar. Estas tiendas de exposición suelen ser del tipo “dormitorio nobiliario”, con una cama o jergones y mobiliario adjunto. Son tiendas, en suma, pensadas para dormir. O para aparentar que se duerme en ellas. Existen, no obstante, muchas otras posibilidades a la hora de ambientar tiendas o espacios: un taller de artesano, una capilla, una tienda para damas con un espacio reservado para el “estrado”, una enfermería, un lupanar… Las posibilidades son numerosas, y solo hay que atender a lo pausible en base a la documentación y el sentido común. ¿Quién dormía en el campamento?, ¿que necesitaba?, ¿qué servicios se ofrecían en él?
Una vez designados estos espacios, es mucho más fácil crear una serie de actividades intra-campamento, utilizando el material existente de modo modular. ¿Juntar todas las mesas para recrear una fiesta?, ¿crear un espacio aristocrático en cuyo marco se escenifique una recepción o embajada?, ¿utilizar la tienda de la capilla para celebrar una liturgia? Simplemente tenemos que pensar en el material que poseemos, y la manera de combinarlo para poder utilizarlo en las más variadas actividades. El material no solo sirve para exposición, sino que puede tener una infinidad de usos.
De esta manera, se puede crear un horario de actividades intra-campamento,que sean lo suficientemente atractivas o pedagógicas para que el campamento se convierta en un fin en si mismo, y no solo en un medio de proyección de los recreadores hacia las típicas actividades. Estas actividades intra-campamento, como hemos visto, pueden ser de lo más variado: “ángelus a las 12 de la mañana”, “cura de enfermos y explicación de sanidad en el siglo XV a las 13 horas”, “reunión de capitanes y planeado de la estrategia de la batalla en la tienda del comandante a las 15:30”, “campeonato de alquerque entre recreadores durante todo el evento”, etc. Solo hay que pensar propuestas, espacios y actividades, y combinarlas. Entre todos podemos convertir el campamento en un espacio de gran atractivo, tanto para recreadores como para visitantes.